El asesino que tenía una sola virtud. De un Anecdotario Carcelario. 

Milton era un recluso con varios años tras los barrotes. Originalmente condenado a 15, estos se incrementaron al doble por los crímenes cometidos en la cárcel.

Era el preboste del pabellón seis y como tal tenia un colmadito.

En este pabellón el aire que se respiraba era diferente a los otros. El suelo siempre lucía limpio y el baño, a pesar del deterioro, se mantenía aseado y decente. En ocasiones vi a Milton lavando los barrotes con detergentes. Realmente se esmeraba en mantener la celda limpia.
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Al analizar su caso, me imaginé -con cierto aire de especulador-, que alguien le dijo un día: "que el tenía el alma muy sucia" y para compensar esto, trataba de mantener su cuerpo y su entorno aseado.

No era extraño verlo con su toalla en dirección al baño varias veces al día siempre que llegaba agua al penal.

En otro aspecto de su personalidad, él tenia fama de represivo, en especial con los presos políticos. Los compañeros del área del hospital me enviaban mensajes alertándome sobre Milton y al mismo tiempo solicitándome que tratara de hacer un trabajo para tratar de aplacar esa actitud represiva.

Ese pedido, en este caso, solo podría ser posible a través de la persuasión o un plan de adoctrinamiento y eso era casi imposible dadas sus condiciones de preboste. Además, su espacio mental no encajaba en algo como esto y menos con el poder que las autoridades le otorgaban. 

Una mañana, un recluso de otro pabellón discutió con otros y al retirarse lanzó un plato con restos de avena y la regó en medio del salón. Pensé que esa era la oportunidad que debía aprovechar y sin perder tiempo grité: 

 Coño, pero cómo es posible que este carajo haga algo así, una celda tan limpia y miren este tollo, y de inmediato terminé diciendo:

— Yo estoy aquí en esta celda porque es la más limpia de toda la Victoria

Milton, al percatarse de la situación, salió rápido de su colmado y al mismo tiempo que ordenó limpiar el desorden, marchó tras el recluso.

Esperaba ver el resultado de mi "discurso táctico" pues no fue mas que eso y no se hizo esperar. En la noche del día siguiente se acercó y me dijo:

— ¿ Todo bien por acá? 

— Si Milton, todo bien, ¿cómo esta?-, le respondí.

— Cualquier cosa, estamos para servirle, nada mas deme un toque.

— Igualmente Milton, en lo que pueda servirle.

Al retirarse me agregó:

— Mañana quiero hablar algo serio con usted. 

— Si, cuando quiera, no hay problemas -le contesté-.

Me quedé pensando en lo que podría Milton decirme, pero lo importante fue que vi las cosas positivas. Me sentí algo extraño pues siendo ese muchacho que trataba con estos "Leones afeitados" pero por algo dicen que la cárcel es una escuela, con la diferencia de que allí no se otorgan títulos por mas que uno aprenda.

Al otro día Milton se me acercó y sin más preámbulo me dijo:

— De mí se dicen muchas cosas, he tenido problemas con presos y en una emisora escuché mi nombre acusándome de asesino y tu ves como soy, yo lo que hago es que me doy a respetar. 

Entendí de inmediato que quería que intercediera por él y sin pensarlo mucho le señalé: 

— El día de visita lo llamaré para que hable con una compañera que se mueve en esos medios para que usted le explique su caso, -le agregué que; —Eso lo vamos a resolver, y le dije que evitara choques con reclusos y se mantuviera tranquilo. 

El día de visita se produjo la conversación y mi madre sin querer ayudó y dijo: 

— Si, la gente siempre habla de los demás, él se ve que es un hombre bueno y decente, ja. 

El se retiró con paso rápido y en el semblante se le notaba que se había quitado un peso de encima

Hubo un cambio notable en la actitud de Milton; incluso se me ofreció para llevar mensajes al área del hospital. 

Algo que lucia imposible se logró, tuvo su explicación, Él tenía una virtud pero en todos los años de cárcel nadie se la había reconocido y me tocó a mi hacerlo y con ello lograr un mejor ambiente dentro de las circunstancias.

pd.
Este hecho podría ser irrelevante o tonto pero para mi fue de gran orgullo y satisfacción, y podría enmarcarse dentro del campo de "las bajas sensaciones o las potencias de los bajos espíritus", que, como decía mi profesor y poeta nacional Dominicano Don Pedro Mir, es donde se mueve lo esencial y lo intimamente ligado al ser humano.