miércoles, 15 de febrero de 2017

Me mira el asesino como la salvación de sus pecados.
También como un brazal de protección,
y un testimonio vivo de su benignidad.
Posiblemente crea que no saldé mi deuda,
y me cobra a retazos sin ser un tesorero.

Debe pensar seguro que está sobre un altar
porque no me trozó el alma en mil pedazos,
y no me destripó mostrando mis entrañas.

Es un simple peón que recibe las órdenes,
no es dueño de la vida, tampoco de la muerte,
solamente del hacha, cuerpo de la evidencia.

Primera vez que un criminal ansía
que un hombre se mantenga siempre vivo
y así ostentar bondades a su costa.

Vaya papel que tengo en este absurdo film, 
tan real como el viento, y no puedo negar
que me agradó escuchar: ¡a ese blanquito, no!.
"Es hijo de un buen hombre".

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