jueves, 27 de agosto de 2015

El viejo que no sabía que lo era. De un anecdotario carcelario.

Anastasio era un campesino neto, de carácter rígido, recluido desde unos 8 años de unos 75 a 78 de edad pero con una apariencia y energía de unos 50 era un buen hombre, victima de las circunstancias y de las enemistades entre diferentes familias, conflictos que son recurrentes en los campos de la República Dominicana, estos choques dejan en ocasiones un saldo muy alto entre muertos y heridos. 

El hombre era muy orgulloso y se ofendía con facilidad, portaba siempre un garrotico al cinto. Era respondón pero no provocador.

Una tarde en que llegaron al pabellón presos nuevos discutió con uno de ellos, un joven arrogante que lo insultó y provocó que se fueran a los puños. A los pocos minutos del encuentro Anastasio cae al suelo, se levanta y continua en su afán de someter al joven, al poco tiempo vuelve a caer, el orgullo lo levanta medio aturdido y a pesar de llamados de que dejara eso hace caso omiso y por tercera vez cae al suelo. Esta vez le da trabajo ponerse de pie y comprende que no puede seguir. Abandona el desigual combate y se retira con su orgullo herido ( lo imagino con sus pensamientos vueltos un desastre). Mientras el joven, muy orondo, celebra su triunfo y emite epítetos burlones y ofensivos.

Me pareció ver al viejo llorando no de dolor pero si porque se había dado cuenta de que el hombre es como la arcilla que las manos del tiempo lo van moldeando a su antojo.

Desde ese momento no lo perdí de vista, me intrigó saber como se iba a manejar.

Al otro día y al abrirse las puertas de los pabellones, Anastasio se dirigió con pasos rápidos hacia el pasillo en dirección al patio, se detuvo en la puerta y observó como un águila todo el panorama, de repente fue hacia el portón que divide el patio del área de salida,( lugar siempre colmado de reclusos en espera de familiares o noticias, ademas de ser un buen sitio para soñar despierto o torturarse ) penetró en el grupo y de inmediato se retiró presuroso, en ese momento se armo un gran alboroto y luego unos camilleros llevaron un hombre herido hacia el hospital, este era el joven que había plantado al viejo, la sangre le brotaba de la cabeza a causa de dos garrotazos.

Luego de unos días en solitaria como castigo,visito a Anastasio y le pregunto:

 —¿ Como esta?, y me responde:


—A mi nadie me había humillado, fue un pleito justo pero después ese tigre se burlo de mi, no actuó con humildad ni por que yo era un viejo. No me podía quedar con esa.

Vi que Anastasio recupero algo de su prestigio, no de una manera convencional pero lo mas importante es que comprendió: que la vida no es horizontal, que ésta cambia de curso y hay que ir adaptándose a ella sin perder la dignidad pues, quienes no lo hacen deben sufrir bastante y eso es demasiado sacrificio.

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